Con motivo de la reciente investidura de Obama como presidente de los EEUU, se ha hablado mucho los últimos días sobre la particular relación que tienen los estadounidenses con dios y la religión. Se ha dicho que, si así son las cosas en dicho país -y, en particular, que si tal es su "sana" relación con las cuestiones que atañen a lo religioso-, ¿por qué en México seguimos con una visión "arcaica" o "preliberal" acerca de la relación iglesia-estado. Yo creo, sinceramente, que la comparación no es correcta, lo cual, por otro lado, no significa negar que se trata de una asignatura que tenemos pendiente. Con motivo de ello puse en un blog amigo el siguiente mensaje:
Creo que la relación iglesia-religión-estado es tan compleja y que su fisonomía concreta depende de tantas circunstancias particulares -i.e., históricas, culturales, sociales, etc.-, que una comparación que se haga entre México y EEUU tomando en cuenta una única línea de análisis acerca de este tema correrá el riesgo de dejar muchas cosas en el tintero y de obscurecer más que de arrojar luz.
No dudo de que en México tenemos pendiente analizar algunas cuestiones relevantes sobre el tema (se me ocurre el problema de los derechos políticos de los sacerdotes), pero poner como ejemplo las veces que Obama pronunció la palabra "dios" en un acto de investidura de ese tipo o el hecho de que los que ocupan un cargo público en ese país deben jurar ante la biblia como, el modo “correcto” de pensar en la relación entre iglesia y estado hay mucho trecho. En primer lugar, los estadounidenses llevan haciendo ese tipo de menciones a dios (a cualquier dios y no a un dios católico o protestante) desde hace años. En segundo lugar, ¿a qué nos lleva aceptar el argumento que ahí se nos propone? ¿A permitir que en las iglesias se hable de política?