Hoy salió en el diario Información de España esta nota de Juan José Millas digna para sacarle a cualquiera una buena carcajada
Yo empezaba los periódicos por la última página y después viajaba hasta la sección de Cultura, donde hacía un trasbordo que me llevaba a Cartas al Director. Una vez exploradas estas secciones, iba a la primera página y acometía ya la lectura del diario en el orden convencional. Poco a poco, de un modo insensible, casi sin darme cuenta, he acabado leyéndolo todo del revés, de atrás hacia delante, página a página, noticia a noticia, golpe a golpe, verso a verso. ¿Cómo he llegado a esto? Ni idea, la verdad. El problema es que esta tendencia no se ha manifestado sólo en mi relación con el periódico. Comienzo la comida, por ejemplo, con la fruta. Nada me sienta mejor que una manzana antes del filete con patatas. Y el otro día me quedé a trabajar por la noche, porque tenía que terminar una conferencia que llevaba atrasada, y me dieron las siete de la mañana casi sin darme cuenta. Me acosté a las ocho, cuando mi casa empezaba a ponerse en movimiento y dormí como un crío sin necesidad de pastillas. Al día siguiente repetí la experiencia y resultó igual de placentera.
Más aún: llegué a casa de la librería con cuatro o cinco novedades entre las que seleccioné una novela policíaca que comencé a leer por el final, un párrafo después de otro. De repente, advertí que no podía dejar de leerla de ese modo. Aquella especie de navegación corriente arriba era realmente apasionante. Todos los cabos de la acción se iban atando o desatando, no sé, con una naturalidad increíble. Al cerrar el libro y tropezar con el título comprendí su pertinencia. ¿Y si hubiera sido el autor quien la hubiera escrito del revés sin darse cuenta? ¿Y si lo estuviéramos haciendo todo así?
En cuanto al perro, era ya muy evidente desde hacía tiempo que es él el que me saca a pasear a mí, pero a la luz de los nuevos descubrimientos, este acto ha cobrado un significado especial. Ahora son las siete menos cinco de la tarde. En unos minutos, vendrá con la correa en la boca y comenzará a gemir de un modo desgarrador, haciéndome creer que es él el que necesita salir. Todo, de repente, se ha puesto en mi vida boca abajo. Prueben a leer estas líneas desde el final, a ver qué pasa.
Yo empezaba los periódicos por la última página y después viajaba hasta la sección de Cultura, donde hacía un trasbordo que me llevaba a Cartas al Director. Una vez exploradas estas secciones, iba a la primera página y acometía ya la lectura del diario en el orden convencional. Poco a poco, de un modo insensible, casi sin darme cuenta, he acabado leyéndolo todo del revés, de atrás hacia delante, página a página, noticia a noticia, golpe a golpe, verso a verso. ¿Cómo he llegado a esto? Ni idea, la verdad. El problema es que esta tendencia no se ha manifestado sólo en mi relación con el periódico. Comienzo la comida, por ejemplo, con la fruta. Nada me sienta mejor que una manzana antes del filete con patatas. Y el otro día me quedé a trabajar por la noche, porque tenía que terminar una conferencia que llevaba atrasada, y me dieron las siete de la mañana casi sin darme cuenta. Me acosté a las ocho, cuando mi casa empezaba a ponerse en movimiento y dormí como un crío sin necesidad de pastillas. Al día siguiente repetí la experiencia y resultó igual de placentera.
Más aún: llegué a casa de la librería con cuatro o cinco novedades entre las que seleccioné una novela policíaca que comencé a leer por el final, un párrafo después de otro. De repente, advertí que no podía dejar de leerla de ese modo. Aquella especie de navegación corriente arriba era realmente apasionante. Todos los cabos de la acción se iban atando o desatando, no sé, con una naturalidad increíble. Al cerrar el libro y tropezar con el título comprendí su pertinencia. ¿Y si hubiera sido el autor quien la hubiera escrito del revés sin darse cuenta? ¿Y si lo estuviéramos haciendo todo así?
En cuanto al perro, era ya muy evidente desde hacía tiempo que es él el que me saca a pasear a mí, pero a la luz de los nuevos descubrimientos, este acto ha cobrado un significado especial. Ahora son las siete menos cinco de la tarde. En unos minutos, vendrá con la correa en la boca y comenzará a gemir de un modo desgarrador, haciéndome creer que es él el que necesita salir. Todo, de repente, se ha puesto en mi vida boca abajo. Prueben a leer estas líneas desde el final, a ver qué pasa.
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