Sin embargo el poder de la Iglesia católica no se ha hecho esperar y la presión que ejerce tener al buen amigo en casa ha llevado a una lucha encarnizada que enfrenta al jefe de estado italiano contra el poder judicial, situación tal que pone en entredicho los cimientos del Estado de Derecho. El gran payaso, Berlusconi, en su función de Presidente del Consejo de Ministros, ha promovido la expedición de un decreto urgente −con tufo claramente clerical−, para anular la sentencia del Tribunal Supremo y así evitar la muerte de Eulana. Como si las cosas no estuvieran ya en un punto delicado, a Ratzinger se le ha ocurrido esta mañana pedir a las autoridades defender "con vigor la absoluta y suprema dignidad de cualquier vida humana", bajo el argumento de que la vida es sagrada porque la da Dios. ¿Cuándo entenderán que sus ideales de vida no tienen por qué ser impuestos por la fuerza a quienes no los comparten? ¿Cuándo entenderán que no se puede exigir la intervención coactiva del Estado para promover, acentuar y perpetuar un esquema de moralidad privada válido sólo para unos cuantos?
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sábado, 7 de febrero de 2009
El derecho a morir
En lo que resta de este fin de semana, sabremos si por fin, Eluana Englaro −una mujer italiana que desde hace 17 años se encuentra en estado de coma irreversible por motivo de un accidente automovilístico−, podrá ver satisfecho su deseo a morir, protegido por el Derecho de ese país, que, a juicio del Tribunal Supremo italiano, consagra el derecho de los ciudadanos para rechazar cualquier tipo de tratamiento médico, incluyendo aquellos destinados a evitar la muerte. Eluana (que cuenta ya con 38 años), tuvo la oportunidad de expresar de viva voz a sus familiares y amigos su firme voluntad a no ser salvada o ser mantenida con vida por ningún medio en caso de que le ocurriese un accidente trágico. En virtud de ese deseo y ese derecho protegido por el ordenamiento jurídico italiano, el Tribunal Supremo de ese país, al confirmar una sentencia del Tribunal de Apelación de Milán, ha ordenado suspender la alimentación y la hidratación artificial que la mantiene con vida en una clínica de Udine.
Sin embargo el poder de la Iglesia católica no se ha hecho esperar y la presión que ejerce tener al buen amigo en casa ha llevado a una lucha encarnizada que enfrenta al jefe de estado italiano contra el poder judicial, situación tal que pone en entredicho los cimientos del Estado de Derecho. El gran payaso, Berlusconi, en su función de Presidente del Consejo de Ministros, ha promovido la expedición de un decreto urgente −con tufo claramente clerical−, para anular la sentencia del Tribunal Supremo y así evitar la muerte de Eulana. Como si las cosas no estuvieran ya en un punto delicado, a Ratzinger se le ha ocurrido esta mañana pedir a las autoridades defender "con vigor la absoluta y suprema dignidad de cualquier vida humana", bajo el argumento de que la vida es sagrada porque la da Dios. ¿Cuándo entenderán que sus ideales de vida no tienen por qué ser impuestos por la fuerza a quienes no los comparten? ¿Cuándo entenderán que no se puede exigir la intervención coactiva del Estado para promover, acentuar y perpetuar un esquema de moralidad privada válido sólo para unos cuantos?
Sin embargo el poder de la Iglesia católica no se ha hecho esperar y la presión que ejerce tener al buen amigo en casa ha llevado a una lucha encarnizada que enfrenta al jefe de estado italiano contra el poder judicial, situación tal que pone en entredicho los cimientos del Estado de Derecho. El gran payaso, Berlusconi, en su función de Presidente del Consejo de Ministros, ha promovido la expedición de un decreto urgente −con tufo claramente clerical−, para anular la sentencia del Tribunal Supremo y así evitar la muerte de Eulana. Como si las cosas no estuvieran ya en un punto delicado, a Ratzinger se le ha ocurrido esta mañana pedir a las autoridades defender "con vigor la absoluta y suprema dignidad de cualquier vida humana", bajo el argumento de que la vida es sagrada porque la da Dios. ¿Cuándo entenderán que sus ideales de vida no tienen por qué ser impuestos por la fuerza a quienes no los comparten? ¿Cuándo entenderán que no se puede exigir la intervención coactiva del Estado para promover, acentuar y perpetuar un esquema de moralidad privada válido sólo para unos cuantos?
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